Armas de fuego usadas por los conquistadores
Las armas de fuego fueron importantes al inicio de la Conquista por el efecto psicológico que causaron en los indígenas, pero éstos pronto se acostumbraron a su estruendo y fogonazos y crearon estrategias para inutilizarlas en los enfrentamientos.
Su eficacia además era relativa por su alto costo y complejo uso.
Ello hizo que la artillería española fuera escasa en Chile y primaran las armas de fuego portátiles. El historiador Álvaro Jara indica que en 1599 existieron "en Chillán, Concepción, Angol, Arauco y Santa Cruz 282 arcabuces, 44 mosquetes y 26 cañones" (1971: 78).
Arcabuz
El arcabuz fue el arma de fuego más utilizada durante la conquista. "Era un armatoste enfadoso, cuya caja de madera y largo cuño le proporcionaba una cierta semejanza con nuestros fusiles actuales" (Salas, c1950: p.207). Pesaba unos 8 kilos y su alcance era de no más de 150 pasos.
Para cargar el arcabuz había que meter por la pólvora por su boca, introduciendo después una bola de plomo, estaño o el material que se tuviese a la mano (piedras, botones, clavos, por ejemplo). Cumplida la tarea, se aplicaba una mecha encendida a través del oído que comunicaba con el interior de la recámara.
Lo engorroso de este mecanismo dificultaba su uso. Para mejorar su eficacia, los arcabuceros disparaban alternadamente para que sus compañeros tuvieran tiempo de recargar el arma: "los llevó [a los arcabuceros] por delante con orden que no disparasen todos juntos sino uno a uno, que cuando uno tirase el otro cargase y que así se esperasen, de manera que no dejasen siempre de tirar para cerrar con ellos, porque a causa del miedo que tenían cuando algún arcabuz se disparaba, se bajaban todos" (Góngora y Marmolejo, 1862: 106).
Para realizar un ataque repentino el arcabuz debía ser encendido y cargado con anterioridad, lo que implicaba un mayor consumo de mecha, la que tenía un alto costo.
Su brillo, además, impedía emplearlos en un asalto nocturno. Pero los españoles no tardaron en utilizar ese recurso para engañar a los autóctonos: ataban mechas encendidas en cuernos de vacas, en las estacas de los fuertes o simplemente en el trayecto para aumentar falsamente su número.
El clima también medró la eficacia de las armas de fuego. La lluvia presente en la zona central y sur del país, humedecía la pólvora y apagaba las mechas. Este detalle fue prontamente aprendido por los indígenas, quienes atacaban en días lluviosos o con garúa.
Trabuco
El trabuco era un arma más corta y de mayor calibre que la escopeta ordinaria y tenía la boca ensanchada o acampanada. Su longitud promedio era de 60 cm. y se cargaba por la parte frontal (avancarga).
Utilizaba balas de plomo o perdigones. Fue menos popular que el arcabuz, y al igual que éste no era muy preciso, y se empleaba para disparar a blancos múltiples.
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